Audio stories (2022)
Out of the infinite ways to tell a story, the podcast format has always fascinated me: you can dig in as deep as you want, trigger the immagination through sounds and descriptions and flow in the lives of the listeners.
However, it took me a few years and a couple of courses to take the courage to step in.
Hopefully this page will soon evolve into a bigger, very interesting, project.
The experimentation is still ongoing, and so far I’ve done this:

Lo que no puede imaginar es el cambio radical que producirá en él esta aventura.

Argentina, 21 de diciembre de 2017. Dos hombres pisan las piedras de una tierra muy árida. Uno, más adelante, fija el horizonte… el otro se acerca lentamente. Muy lentamente. Se mueven despacio, respiran despacio… porque estamos a seismil novecientos sesenta y dos metros de altura. Estamos en la cumbre del Aconcagua.
El Aconcagua… Qué es el Aconcagua?
Es un pedazo de roca. El punto más alto de la cordillera de los Andes, que básicamente es el choque de dos plataforma marítimas.
Qué pasa cuando un accidente interfere con un camino feliz? Con el camino feliz de una persona querida? Y… si tenemos el mapa, para hacerla volver a ese sendero?
En esta historia: como una simple ayuda se puede transformar en un gran proyecto, y producir un cambio que afecta profundamente… vos, el ayudante… no?
Un cambio de vida, un cambio de paradigma.
Yo soy Mariano José Griffouliere, algunos me dicen “el pelado”, otros me dicen “Mariano”… y en el año 2017 me preparé para subir a el Aconcagua. Logré cumbre junto con mi hermano Andrés Griffouliere.
Aunque el Aconcagua es una montaña que no presenta mucha dificultad a un nivel técnico, está muy muy lejos de ser el trekking del domingo, no? Entonces… De dónde sale todo esto? Como empieza tu relación con la montaña?
Me acuerdo de ir de campamento junto con mi papá, mis tres hermanos, y todo un pelotón de primos, tíos, amigos de mi viejo con sus hijos y demás, yéndonos en el medio de la montaña, y tener esta conexión, no? Jugar en los ríos, cocinar al aire libre, desde chico tuvimos mucho eso, era como una via de escape para todos de alguna manera. Y más adelante como que en mi adolescencia se perdió.
Después mi hermano se empezó a vincular nuevamente con la montaña, el Andrés. Mi hermano es profesor de historia. Y el ya había dejado su profesión, para profesar la montaña digamos, para dedicarse a eso.
Profesar la montaña, es decir, en su caso, trabajar como guía en el Aconcagua. Y le encanta, no? Lleva la gente hasta la cumbre, a veces cargándose con cuarenta kilos, y vive durante meses al aire libre, en un mundo de carpas, piedras, poco oxígeno…
Hasta que algo… se pone en el medio.
Estábamos en febrero de 2017. Yo me estaba juntando con mis amigos a jugar al fútbol. Estaba jugando un partido de fútbol, termina el partido, voy a ver el celular y me encuentro como con 50 llamadas perdidas, mensajes, mixto de toda la familia, diciendo que mi hermano el Andrés habia tenido un accidente en el Aconcagua, en el cerro. Y que, bueno, lo estaban bajando de emergencia, no? Me fui, me subí al auto y me fui derecho al hospital.
Resulta que había tenido una quemadura bastante grave en la mano, con bencina. Y el doctor en su momento fue bastante duro, le dijo “mirá, muy probablemente te tenés que buscar otra cosa para dedicarte en tu vida. Porque tener una mano inútil no es muy bueno en la altura y demás. Y más sin sentir frío ni calor en una extremidad. Como que la podes perder totalmente.”.
Puta, que mala leche que haya encontrado lo que le gusta hacer, y por un accidente bastante choto, bastante boludo, pierda la oportunidad de el seguir dedicándose a eso, no?
Se te debe caer el mundo encima, me imagino. Qué posibilidades tenía en ese momento?
Le tenían que sacar parte de su carne digamos en la pierna, y ponérselo en la mano. El proceso de recuperación era largo, era doloroso. Dependía mucho de que, que tanto se hubiera quemado, si tenía los tendones o no comprometidos; si la mano le iba a quedar como una garra digamos, sin poder moverla.
Pero… también…
Era una cuestión de actitud.
Una cuestión de mover la mano todo el tiempo despues de la operación, aunque doliera muchísimo, para evitar la cicatrización en una posición fija. Entonces era cuestión de creer, cuestión de no rendirse.
Con mi viejo nos miramos y dijimos “tenemos que intentar que el Andrés vuelva lo más antes posible al cerro, no? Pongámosle un objetivo. Intentamos subirlo nosotros, y que él nos acompañe en todo el proceso.”
Yo en ese momento llevaba una vida sumamente sedentaria, yo trabajaba 14 horas diarias en frente de la computadora, pesaba 20 kilos más de lo que tendría que haber pesado. El cambio radical que viví, de alguna manera, fue increíble.
Así… Decisión tomada! Solo hay que apagar la compu, ponerse en buen estado y subir hasta casi sietemil metros..! Y, cómo empezas a prepararte para un objetivo tan grande?
Si vos querés hacer cerros y querés subir cerros, andá y subí cerros. Esa es la mejor actividad que podés hacer para no solamente estar bien físicamente sino entender como manejarte en diferente situaciones cuando estás haciendo la actividad. Si vos vas al cerro y no sabés como comportarte en el cerro tenes allí un déficit.
Nosotros con mi viejo y mi hermano empezamos un entrenamiento que era básicamente gimnasio, trotábamos o andábamos en bicicleta. Todo nos llevaba más o menos dos horas por día. Y después todos los fines de semana nos íbamos. Empezamos de menos a más, haciendo cerros muy cortitos y haciendo cerros cada vez más altos.
Básicamente un año entero dedicado al entrenamiento… dos horas… todos los días..!
Podríamos haberlo tomado de una manera menos obsesiva, siendo hijos de mi viejo es difícil.
El obstáculo más dificil es la constancia. Es no abandonar. Despuás la motivacion se mantiene en grupo. “Vamos por adelante que lo sacamos adelante”. Mi hermano nos entrenó para poder disfrutar el cerro.
Y de a poco yendo, yendo cada vez mas a los cerros, me fui enamorando nuevamente de la actividad, y me encontré a mi mismo allí.
Día uno. Un cartel dice: Bienvenidos, Parque Provincial Aconcagua.
Empezamos a caminar, y nos rodea vegetación, nos rodean pájaros dando vueltas por allí, muy chiquitos, que se te acercan cada vez que te frenás, se llena de pajaritos alrededor de todo, buscando esa miguita de pan que se te puede llegar a caer del sanguche que te estás comiendo porque lo necesitás.
A medida que vas avanzando vas cruzando ríos, puentes, ríos secos. El agua corriendo, el ruido de un río es muy marcado. Y de repente el camino se empieza a tornar cada vez mas desértico, si bien continúa este hilo de agua que te va llevando hacia arriba. Se empieza a perder toda vegetación y todo animal que puedas llegar a ver, y las piedras se van haciendo de alguna manera cada vez más grandes, con un río que quiebra la tierra en dos.
El sonido de los pies caminando, pisando piedras más que nada. Una piedra con la otra frotándose entre sí.
El sol pega muy fuerte, no hay sombra, no hay un árbol que te cubra, no hay vegetación ya que te ampare del sol. También a mayor altura el sol se siente mucho más fuerte. El viento. Las mulas te van pasando cargadas con cosas, super rápido, entonces tenés que tener cuidado que no te atropellen.
Y finalmente llegar a un campamento que está básicamente arriba de un glaciar, con la montaña del Aconcagua en tu derecha. Tenés el campamento base, que es básicamente un pueblo a 4300 metros de altura, son todos domos y carpas. Es como un pequeño país aparte en donde se manejan muchísimos idiomas, muchísimos tipos de monedas, porque podés llegar a tener el dolar, el peso, el euro, incluso hasta el trueque, “te pago con estas botas y me llevás para arriba”.
Y después tenés los campamentos de altura. Entonces apenas llegás te metés al domo, hidratas constantemente, y mientras tanto te ambientas un poquito a la altura, salís, armás carpa, y te volvés a meter al domo. Adentro de la carpa se conversa; obviamente que estás preguntando como va a ser el día de mañana. Alguien siempre está haciendo algo de comer, o calentando comida, o descongelando nieve para poder hacer un tecito caliente. Si vas de cuerpo básicamente hacés adentro de una bolsa y todos los restos los metes adentro de una bolsa que luego van a un elemento que le llaman “el cacatubo”. Y si hacés pis durante la noche, para no tener que salir de la carpa, hacés adentro de una botella. Y esa botella la cerrás muy bien y la ponés adentro de tu bolsa para dormir, para que te caliente.
Se conversa mucho, se está también mucho tiempo en silencio, en una conversación interna más que nada.
Comés y te vas a dormir, no queda mucho más que eso.
Hola, buen día!
Te levantás a la mañana, desayuno, siempre mucha agua, y… a empezar a caminar de nuevo.
A medida que vas subiendo te vas chequeando a vos mismo físicamente, “como me siento”, si me estoy sintiendo bien en la altura. Estás controlando todo. Todo aquello que hacés en la altura es con lentitud, lo tenés que hacer tranquilo y lento.
Intentar… verdaderamente intentar disfrutar el momento presente. Ya llegue hacia la cumbre o no, yo voy caminando, y estoy viendo cada piedra, sacando un montón de fotos, charlando con mi hermano, disfrutando del campamento y de los atardeceres.
Me sentia que podía lograrlo, no?
Y… Después… Hay un momento en el cual ya no quedan muchas más piedras, muchos más pasos…?
Logré cumbre junto con mi hermano.
Las sensaciones son mixtas.
Un proceso sumamente largo para poder llegar ahí, no? Un año de cuidado en tus comidas, en cuanto tomás, en el entrenamiento físico, en una constancia de dejar por ahí muchas cosas o una vida social… Por estar yendo al cerro, no? Y todos estos sacrificios por alguna manera se ven reflejados en ese momento.
Llegar fue como una extrema alegría, me abracé con mi hermano. Extrema alegría.
Cuando me lo preguntaron por primera vez, un amigo de mi hermano me preguntó “bueno, y que sentís?”, le respondí que de alguna manera sentía que con iniciativa, y con cierta perseverancia, podía lograr lo que quisiera en mi vida. Me encontré con un nuevo mundo, un mundo al aire libre, con gente que vive de una manera diferente, que se relaciona de una manera diferente, mucho más conectada con la naturaleza.
Me describo a mi mismo una persona que mucho tiempo se mató a si misma, que fumaba mucho, que tomaba mucho, que se drogaba mucho, y que… desde ese cambio de paradigma no solamente me cuido a mi mismo, si no que cuido el ambiente, y me empecé a relacionar con gente mucho más sana.
Obviamente hubo un cambio en mi sumamente profundo.
Nunca hubiera podido imaginarse una transformación así el Mariano de veinte kilos más, trabajando en frente de la compu. Y creo que la pregunta que falta ahora, que todos queremos saber, es: como está el Andrés? Como está su mano, despues de un año de sacrificios así?
Mi hermano tiene la mano perfecta. Le decían “vos tenés que hacer ejercicio y mover la mano así, así y así, todo el día, una vez por hora”, y vos lo veías a mi hermano moviendo la mano por todo el tiempo. Si él la dejaba quieta y no la movía, la cicatrización iba a ser en esa posición, y jamás iba a poder moverla más. Pero al moverla, cortaba de alguna manera toda la carne que le habían puesto, entonces dolía. Y vos lo veías a él, moviendo la mano con una lágrima cayéndole por la mejilla del dolor. Pero al día de hoy la tiene perfecta.
Fantástico, y él trabaja todavía como guía en el Aconcagua, entonces sigue en este camino que le hace muy bien. Ya pasaron cinco años de estos eventos. Cuando, al día de hoy, vos repensás en el Aconcagua, cuáles son los sonidos que te vienen a la mente… los recuerdos más fuertes?
Yo no lo dije pero nosotros nos tirábamos un montón de pedos, entonces, te empezás a reír del olor que hay, me entendés, y te empezás a reír de todo.
Acá te voy a poner uno en post-producción!
Jajaja.
Ah, y ronquidos. Yo ronco un montón.
Lo que más me acuerdo es el atardecer dándole sobre la cima del Aconcagua, tiñéndola totalmente de dorado. Y ver esa imagen desde el campamento base me pareció una de las cosas más hermosas que he visto.
Es sentirse capaz, de alguna manera, no? Te enseña muchísimo: a ser paciente, a ser progresivo, a no saltarte escalones… Muchísimas cosas te enseña.
Muchísimas gracias por llevarnos a esta altura.
No, gracias a vos.
Que de verdad la vida parece muy bonita desde acá.

Argentina, 21 dicembre 2017. Due uomini calpestano le pietre di una terra molto arida. Uno, più avanti, fissa l’orizzonte… l’altro si avvicina lentamente. Molto lentamente. Si muovono lentamente, respirano lentamente… perché siamo a seimilanovecentosessantadue metri di altitudine. Siamo in cima all’Aconcagua.
L’Aconcagua… Cos’è l’Aconcagua?
È un pezzo di roccia. Il punto più alto della catena delle Ande, che è basicamente la collisione tra due piattaforme marittime.
Cosa succede quando un incidente interferisce con un cammino felice? Con il cammino felice di una persona cara? E… se avessimo la mappa, per riportarla su quel sentiero?
In questa storia: come un semplice aiuto può trasformarsi in un grande progetto, e produrre un cambiamento che ha un impatto profondo su di… te, l’aiutante… no?
Un cambiamento di vita, un cambiamento di paradigma.
Sono Mariano José Griffouliere, alcuni mi chiamano “il pelato”, altri mi chiamano “Mariano”… e nel 2017 mi sono preparato per scalare l’Aconcagua. Ho raggiunto la vetta insieme a mio fratello Andrés Griffouliere.
Anche se l’Aconcagua è una montagna che non presenta molte difficoltà a livello tecnico, è molto, molto lontana dall’essere un trekking della domenica, no? E allora… da dove proviene tutto ciò? Come inizia il tuo rapporto con la montagna?
Ricordo che andavo ad accamparmi con mio padre, i miei tre fratelli e un intero gruppo di cugini, zii, amici di mio padre con i loro figli e così via, in mezzo alla montagna, e avevo questa connessione, no? Giocare nei fiumi, cucinare all’aperto: da bambino ho avuto molto di ciò, era come una via di fuga per tutti in qualche modo. E più tardi, nella mia adolescenza, questa componente si è persa.
Poi mio fratello, Andrés, ha ripreso il legame con la montagna. Mio fratello è un insegnante di storia. E lui ha lasciato la sua professione per “professare” la montagna, diciamo, per dedicarsi a quello.
Professare la montagna significa, nel suo caso, lavorare come guida nell’Aconcagua. E lo adora, no? Porta le persone in cima, a volte caricandosi con quaranta chili, e vive per mesi all’aperto, in un mondo di tende, pietre, poco ossigeno… Finché qualcosa… non si mette in mezzo.
Era febbraio 2017. Io ero insieme ai miei amici per giocare a calcio. Stavamo facendo una partita; la partita finisce, vado a controllare il cellulare e trovo tipo 50 chiamate perse e messaggi da tutta la famiglia, dicendo che mio fratello Andrés aveva avuto un incidente nell’Aconcagua, sulla montagna. Lo stavano portando via d’emergenza. Sono uscito, sono corso in macchina e sono andato direttamente all’ospedale.
Si scopre che aveva avuto un’ustione piuttosto grave alla mano, con la benzina. E il medico in quel momento è stato piuttosto duro, gli ha detto “guarda, probabilmente dovrai trovare qualcos’altro a cui dedicarti nella vita. Perché avere una mano inutile non va bene in quota e simili. E ancora di più senza sentire freddo o caldo alle estremità: la potresti perdere completamente.”.
Cavolo, è davvero brutto che abbia trovato ciò che gli piace fare e, a causa di un incidente abbastanza banale, abbastanza stupido, perda l’opportunità di continuare a dedicarsi a quello, no?
Il mondo ti deve cadere addosso, immagino. Che possibilità aveva in quel momento?
Dovevano prelevargli una parte della carne, dalla gamba, e mettergliela nella mano. Il processo di recupero era lungo, doloroso. Dipendeva molto da quanto si fosse bruciato, se i tendini erano compromessi o meno; se la mano gli sarebbe rimasta come un artiglio, diciamo, senza poterla muovere.
Ma anche…
Era una questione di atteggiamento.
Una questione di muovere continuamente la mano dopo l’operazione, anche se faceva molto male, per evitare la cicatrizzazione in una posizione fissa. Quindi era una questione di crederci, una questione di non arrendersi.
Io e mio padre ci siamo guardati e abbiamo detto: “Dobbiamo cercare di riportare Andrés sulla montagna il prima possibile. Fissiamogli un obiettivo. Cerchiamo di scalarla noi, e facciamoci accompagnare da lui durante tutto il processo.”.
Io in quel momento conducevo una vita estremamente sedentaria, lavoravo 14 ore al giorno davanti al computer, pesavo 20 chili in più di quanto avrei dovuto. Il cambiamento radicale che ho vissuto, per certi versi, è stato incredibile.
Quindi… Decisione presa! Non ti resta che spegnere il computer, metterti in forma e salire fino a quasi settemila metri…! E come inizi a prepararti per un obiettivo così grande?
Se vuoi fare montagna e vuoi scalare montagne, vai e scala le montagne. Questa è la migliore attività che puoi fare non solo per stare bene fisicamente, ma anche per capire come comportarti nelle diverse situazioni in cui svolgi l’attività. Se vai in montagna e non sai come comportarti, lì hai un deficit.
Noi, con mio padre e mio fratello, abbiamo iniziato un programma che era sostanzialmente allenamento in palestra, corsa o bicicletta. Il tutto ci prendeva più o meno due ore al giorno. E poi ogni fine settimana partivamo. Abbiamo iniziato gradatamente, camminando in montagne molto basse e poi facendo montagne sempre più alte.
Praticamente un anno intero dedicato all’allenamento… due ore… tutti i giorni…!
Avremmo potuto prenderla in maniera meno ossessiva, ma essendo figli di mio padre è difficile.
L’ostacolo più grande è la costanza. È non arrendersi. Poi la motivazione si mantiene in gruppo: “andiamo avanti che ce la facciamo.” Mio fratello ci ha allenato in modo da poterci far godere la montagna.
E pian piano, andando sempre più in montagna, mi sono innamorato di nuovo di quest’attività, e lì ho ritrovato me stesso.
Giorno uno. Un cartello dice: Benvenuti, Parco Provinciale dell’Aconcagua.
Iniziamo a camminare, e siamo circondati dalla vegetazione, siamo circondati da uccellini che volteggiano lì intorno, piccolissimi, che ti si avvicinano. Ogni volta che ti fermi si riempie di uccellini, che cercano quella briciola di pane che magari ti cade dal panino che stai mangiando perché ne hai bisogno.
Man mano che avanzi attraversi fiumi, ponti, fiumi in secca. Lo scorrere dell’acqua, il rumore dei fiumi è molto marcato. E all’improvviso la strada comincia a diventare sempre più deserta, anche se continua questo ruscello d’acqua che ti segue verso l’alto. Tutta la vegetazione e tutti gli animali che si vedono cominciano a scomparire, e le pietre in qualche modo diventano sempre più grandi, con un fiume che spacca in due la terra.
Il rumore dei piedi che camminano, che calpestano le pietre, più di ogni altra cosa. Le pietre che si sfregano l’una contro l’altra.
Il sole è fortissimo, non c’è ombra, non c’è un albero che ti copra, non c’è vegetazione che ti protegga dal sole. E poi a maggiore altitudine il sole si sente molto più forte. Il vento. I muli ti passano carichi di cose, velocissimi, quindi devi fare attenzione a non venire investito.
E poi finalmente raggiungi un accampamento che si trova praticamente in cima a un ghiacciaio, con il monte Aconcagua alla tua destra. C’è il campo base, che è fondamentalmente una cittadina a 4300 metri di altitudine, tutta cupole e tende. È come un piccolo paese a parte, dove si usano tantissime lingue, tanti tipi di valute, perché puoi avere il dollaro, il peso, l’euro, e persino il baratto: “ti pago con questi stivali, e tu mi porti su”.
E poi ci sono gli accampamenti in alta quota. Quindi appena arrivi entri nella cupola, ti idrati costantemente, e nel frattempo cerchi di acclimatarti un po’, esci, monti la tenda e rientri nella cupola. Dentro alla tenda si chiacchiera; ovviamente chiedi come sarà il giorno successivo. Qualcuno prepara sempre qualcosa da mangiare, o scalda il cibo, o scongela la neve per poter preparare un tè caldo. Se vai di corpo, praticamente lo fai dentro ad un sacchetto, e metti tutti i resti all’interno di una borsa che poi va in un elemento che chiamano “il caccatubo”. E se fai pipì di notte, per non dover uscire dalla tenda, la fai dentro ad una bottiglia. E chiudi bene il tappo e te la metti dentro al sacco a pelo, così ti scalda.
Si parla molto; si passa anche molto tempo in silenzio, in una conversazione più che altro interiore.
Mangi e vai a dormire, non rimane molto altro.
Ciao, buongiorno!
Ti alzi la mattina, fai colazione, sempre molta acqua, e… si ricomincia a camminare.
Man mano che sali ti controlli fisicamente, “come mi sento”, se mi sto sentendo bene in quota. Controlli tutto. Tutto quello che fai in quota lo fai piano, devi farlo con calma e lentezza.
Cercare… cercare davvero di godersi il momento presente. Che arrivi o meno in vetta, cammino e osservo ogni roccia, scatto un sacco di foto, chiacchiero con mio fratello, mi godo l’accampamento e i tramonti.
Sentivo di potercela fare, no?
E… Poi… C’è un momento in cui non restano più molte pietre, molti passi…?
Ho raggiunto la vetta insieme a mio fratello.
Le sensazioni sono contrastanti.
Un processo estremamente lungo per arrivarci, no? Un anno di attenzione nei pasti, in ciò che bevi, nell’allenamento fisico, nella perseveranza del lasciarsi alle spalle tante cose o una vita sociale… Per andare in montagna, no? E tutti questi sacrifici si riflettono in qualche modo in quel momento.
Arrivare è stata una gioia estrema, ho abbracciato mio fratello. Una gioia estrema.
Quando me lo hanno chiesto per la prima volta, un amico di mio fratello mi ha chiesto “be’, e cosa provi?”, ho risposto che in qualche modo sentivo che con iniziativa e con una certa perseveranza avrei potuto ottenere tutto ciò che volevo nella vita. Ho scoperto un mondo nuovo, un mondo all’aria aperta, con persone che vivono in modo diverso, che si relazionano in modo diverso, molto più legate alla natura. Mi descrivo come una persona che si è auto-sabotata per molto tempo, che ha fumato molto, che ha bevuto molto, che si è drogata molto e che… da quel cambio di paradigma, non solo mi prendo cura di me stesso, ma mi prendo cura anche dell’ambiente, e ho iniziato a interagire con persone molto più sane.
Ovviamente c’è stato un cambiamento estremamente profondo in me.
Non avrebbe mai potuto immaginare una trasformazione simile il Mariano di venti chili in più, lavorando davanti al computer. E credo che la domanda mancante ora, che tutti ci poniamo, sia: come sta Andrés? Come va la sua mano, dopo un anno di sacrifici così?
Mio fratello ha la mano perfetta. Gli dicevano “devi fare esercizio e muovere la mano in questo modo, così e così, tutto il giorno, una volta per ora”, e tu lo vedevi muovere la mano tutto il tempo. Se l’avesse lasciata ferma e non l’avesse mossa, la cicatrizzazione sarebbe avvenuta in quella posizione, e lui non sarebbe mai più stato in grado di muoverla. Ma, al muoverla, in qualche modo tagliava tutta la carne che gli avevano messo, e quindi faceva male. E tu lo vedevi, muovendo la mano con una lacrima che gli scendeva lungo la guancia dal dolore. Ma al giorno d’oggi ce l’ha perfetta.
Fantastico, e lui lavora ancora come guida nell’Aconcagua, quindi continua su questo cammino che gli fa molto bene. Sono passati cinque anni da questi eventi. Quando oggi ripensi all’Aconcagua, quali sono i suoni che ti vengono in mente… i ricordi più forti?
Io non l’ho detto, ma noi scoreggiavamo un sacco, quindi inizi a ridere per l’odore che c’è, no? E inizi a ridere di tutto.
Qui ne metterò una in post-produzione!
Ahahah.
Oh, e il russare. Io russo tantissimo.
Ciò che ricordo di più è il tramonto sopra alla vetta dell’Aconcagua, facendola diventare completamente dorata. E vedere quell’immagine dal campo base… Mi è parsa una delle cose più belle che abbia mai visto.
È un sentirsi capaci, in qualche modo, no? Ti insegna moltissimo: ad essere paziente, ad essere progressista, a non saltare passi… Ti insegna un sacco di cose.
Grazie mille per averci portato fino a quest’altitudine.
No, grazie a te.
Che veramente la vita sembra davvero molto bella da quassù.